martes, 5 de junio de 2012

Cuando el horror llegó a Sapere

Javier Seminario es uno de los tres militantes barriales que aún continúan desaparecidos, cuyos casos se tratarán en las audiencias de hoy y mañana.
   
Familiares y amigos de de Javier Seminario Ramos, José Francisco Pichulmán y Celestino Aigo declararán en el juicio. (Agustin Martinez) -

Las otras víctimas, José Francisco Pichulmán y Celestino Aigo, fueron secuestradas de sus casas el 22 de agosto de 1976.
 
“No vale la pena, me van a matar igual”, le dijo con la voz entrecortada Javier Seminario Ramos a Eduardo Buamscha en la cárcel de Rawson, Chubut, cuando el ex legislador peronista intentaba conseguir algunos elementos necesarios para los detenidos.
Seminario –quien continúa desaparecido- había sido brutalmente torturado en el centro clandestino de detención La Escuelita que funcionaba al fondo del Batallón de Ingenieros 181 ubicado sobre la Ruta 22 de Neuquén. Hasta allí había llegado después de haber pasado por diferentes penales tras ser detenido el 20 de agosto de 1975 en su casa por fuerzas policiales provinciales y federales, cuando se encontraba con su mujer y su hija de 3 años.
Buamscha afirmó en su declaración del 26 de abril pasado en el Salón AMUC donde se presentó como testigo del secuestro de Carlos Kristensen, que Seminario “siempre estuvo preocupado por la famosa tortura de La Escuelita de Neuquén, porque lo destrozaron, estaba muy deprimido, con la absoluta seguridad que eso sabía qué le iba a pasar y eso lo van a decir varios de los que estuvimos presos juntos”.
También Buamscha afirmó en su presentación ante el Tribunal que preside Orlando Coscia que Seminario volvió de una sesión de torturas “destrozado” y calificó la situación como “indescriptible”. Aseguró que tenía secuelas de haber sido golpeado con violencia y le alcanzó a decir que “lo habían colgado y picaneado”.

Seminario, nacido en Perú, había llegado al país en 1969 para estudiar Ingeniería en la Universidad de Neuquén. De acuerdo a la información incluída en la causa, había participado de los conflictos por la nacionalización de la casa de estudios. Vivía en el barrio de Sapere donde era militante vecinal.
El 21 de agosto de 1975 fue detenido y liberado al día siguiente, pero tres días más tarde, el 25, el Poder Ejecutivo Nacional dispuso su arresto. La noche del 26, Seminario de 27 años es arrestado en su domicilio junto a Lucía Cantero, madre de su concubina Rita Graciela Cantero y la cuñada de ésta, Nelly Curimán. El joven fue alojado en la Delegación Neuquén de la Policía Federal y luego remitido a la Alcaidía local.
Tres días después de producirse el golpe de Estado, Seminario, quien por entonces tenía 28 años, es trasladado a la U9. Allí permaneció unos cinco meses, hasta que el mayor Oscar Lorenzo Reinhold dispuso que Seminario como Orlando Cancio sean entregados al sargento primero del Destacamento de Inteligencia 182, Julio Francisco Oviedo y conducidos al centro clandestino de detención La Escuelita. Seminario fue identificado por Pedro Maidana, quien había sido secuestrado en el Operativo Cutral Co.
Durante su cautiverio, permaneció vendado, encadenado a una cama y fue víctima de tormentos durante más de 20 días, reconocido por Carlos Kristensen, Pedro Rodríguez y Buamscha.

A fines de agosto de 1976, el general José Luis Sexton, ordenó su traslado junto a Miguel Ángel Pincheira y Cancio a la U5 de General Roca, bajo la custodia del sargento ayudante Enrique Casagrande, del Destacamento de Inteligencia 182. Después de unas semanas, lo llevaron a la U6 de Rawson, donde estuvo alojado con José Delineo Méndez, Cancio y Pincheira.
El 3 de noviembre de 1976 los cuatro fueron retirados de sus celdas y entregados al Jefe de Personal del Comando de la Sexta Brigada Luis Alberto Farías Barrera para ser trasladados al Quinto Cuerpo del Ejército, y desde entonces están desaparecidos.

 
Testigos podrían aportar información
En la audiencia que se realiza hoy a partir de las 9 en el Salón de AMUC serán tratados el secuestro y desaparición de tres militantes barriales.

Luego de una semana de descanso, las audiencias en el juicio por delitos de lesa humanidad contra 23 represores de la región que desde el 28 de marzo lleva adelante el Tribunal Oral Federal, se retomarán hoy, a partir de las 9, en el Salón de AMUC con la declaración de Luis Fonderbrider, miembro del Equipo de Antropología Forense.
El testigo aportará datos sobre las investigaciones a nivel nacional que llevó adelante este grupo de peritos creado en 1986. En su primera actuación ante el Tribunal Oral Federal de Bahía Blanca informaron que encontraron un cadáver de una mujer de quien pudieron demostrar que estaba embarazada.
Más tarde llegarán a la sala Graciela Cantero y Lucia Jara Cantero, esposa y suegra del desaparecido Javier Seminario.
Por la tarde está previsto que declare Alejandro Rojas, quien fue comisario de la Policía de Neuquén y estuvo presente en la detención de Seminario en 1975.
Las querellas esperan que este testigo pueda sumar “interesantes” detalles de ese episodio.
Luego será el turno de Daniel Zapata, ex conscripto quien realizó el servicio militar en el Batallón en 1978, y Victorino Segundo Pichulmán, hermano de José Francisco.
 
Era uno de los más castigados

En su libro “Buscados”, la dirigente de la Asamblea por los Derechos Humanos (APDH) Noemí Labrune reproduce un testimonio de Carlos Kristensen que refleja “una imagen lacerante” de Javier Seminario. Kristensen señaló en esa declaración que Seminario le había dicho que durante los quince días que permaneció en la U9 de Neuquén capital, desde principios de agosto de 1976, siempre estuvo con los ojos vendados y esposado a una especie de camastro. Seminario le contó que “en ese lapso fue sometido a numerosas sesiones de torturas y a interrogatorios, durante los cuales perdía toda noción de tiempo y de espacio, permaneciendo inconsciente. Agregó que cuando fue devuelto al penal, esta vez de General Roca, no podía pararse y caminaba en cuatro patas. También debieron enseñarle nuevamente a comer”.
Pedro Maidana confirmó que Seminario y Cancio eran “a quienes castigaban más brutalmente y fueron sacados a sesiones de tortura más veces”.
Labrune señala que "las sesiones de tortura no tenían por objeto la reunión de información, ni siquiera la disuasión, puesto que serían asesinados poco tiempo después”.

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