jueves, 14 de junio de 2012

Un ataque a la militancia barrial

Javier Seminario, Orlando Cancio, José Francisco Pichulmán y Celestino Aigo eran militantes barriales y trabajaban en el barrio Sapere por la construcción de viviendas.
Un operativo a cargo de la Policía provincial y el Ejército en 1975 marcó la vida de los cuatro. Aún están desaparecidos.

Por PABLO MONTANARO
Ese grupo de vecinos que a comienzos de los años 70 tuvo el sueño de construir casas, contar con servicios y una salita sanitaria, entre otras necesidades básicas, para llevar una vida digna en el barrio Sapere, jamás se imaginó que tiempo después serían víctimas de una feroz represión -que incluyó allanamientos, secuestros, torturas y desapariciones de personas- llevada adelante por fuerzas policiales y del Ejército antes del 24 de marzo de 1976 y una vez producido el golpe de Estado.

Corría el año 1972; cerca de 80 vecinos, tras luchar para que se le adjudicaran las tierras, pudieron construir sus viviendas en ese barrio, ubicado a la derecha del puente que une las ciudades de Cipolletti y Neuquén, pero “el gobierno de Felipe Sapag no los quería allí porque estaba proyectada la construcción de un casino y chalets residenciales”, explicó Lucía Jara de Cantero, quien el miércoles pasado declaró en el juicio oral y público que se realiza en Neuquén contra 23 represores acusados de delitos de lesa humanidad ocurridos en la región durante la última dictadura militar. Cantero integraba la comisión elegida por los vecinos para negociar con el gobierno provincial.

Esta mujer de 86 años, suegra de Javier Seminario, secuestrado de su domicilio en agosto de 1975 y que aún está desaparecido, contó que “fue una historia de lucha protagonizada por todos los vecinos; éramos todos iguales, con la misma necesidad. Y en esa lucha tuvimos el apoyo de los más jóvenes, algunos estudiantes y otros con alguna militancia política pero todos teníamos un mismo ideal”. El gobierno cedió al pedido de los vecinos que consistía en la construcción de planes de viviendas.

“La respuesta de los vecinos reunidos en asamblea fue desobedecer la imposición del municipio argumentando que ellos tenían organizada su vida laboral y familiar y que si le molestaba al gobierno las casas precarias que les construyeran planes de vivienda pero en ese lugar porque de allí no se moverían”, explicó Nelly Curimán.

En ese contexto, de organización y solidaridad, algunos vecinos estaban comprometidos con la transformación de la realidad social. Había partidarios del MPN, opositores y adherentes al Partido Revolucionario de los Trabajadores. Fue así que en agosto de 1975 organizaron un acto en homenaje a los dieciséis detenidos y luego fusilados en la Base Naval Almirante Zar de Trelew, quienes horas antes se habían fugado del penal de Rawson, hecho conocido como La Masacre de Trelew. Mientras se disponían a organizarlo, el 20 de agosto la Policía provincial y fuerzas del Ejército rodearon el barrio y realizaron una serie de allanamientos resultando once personas detenidas, entre ellas, Lucía Cantero, Nelly Curimán, Juan Raúl Pichulmán, José Francisco Pichulmán, Orlando Cancio y Javier Seminario. Fueron llevados a la Alcaidía y a comisarías. Algunos vecinos fueron detenidos por el solo hecho de mirar.

“Allanaron el barrio porque hubo una supuesta denuncia de que el acto del 22 que estábamos organizando venía muy pesado, pero en realidad fue la excusa que usó la Policía provincial y la Federal para meterse y descabezar ese movimiento barrial que habíamos logrado. Fue un operativo conjunto de la Policía provincial y Federal en pleno reinado de la Triple A”, relató Nelly Curimán, quien resultó detenida cuando tenía 8 meses de embarazo. Su hija Natalia nació en prisión.

“Ese fue un día (20 de agosto de 1975) de muchos allanamientos en Sapere, ninguna casa quedó libre”, afirmó Amalia Cancio, hermana de Orlando.

Desde aquella noche de 1975, Cancio y Seminario jamás recuperaron la libertad; otros fueron liberados porque “no había méritos” para la detención; algunos estuvieron detenidos en la Comisaría Primera y también en la Alcaidía como el caso de Curimán, y saldrían una vez producido el golpe de Estado de 1976.

En su declaración del jueves ante el Tribunal Oral Federal, Curimán afirmó que Alejandro Rojas fue el comisario que encabezó el operativo de detención.

Precisamente Curimán, que en su declaración reconoció ser “adherente” al PRT, señaló que Rojas -a quien se lo conocía como “el terror de la militancia”- integraba la brigada de informaciones y “tenía mucho poder para hacer inteligencia a la militancia neuquina”.

El mismo día en que fueron detenidos Pichulmán y Cancio, en su domicilio del barrio Villa Florencia fue apresado Celestino Aigo, nacido en Aluminé en 1953. En su declaración del jueves pasado, sus hermanas, Teresa y Elsa, quienes estaban en la casa de la calle Lanín al 1300 el día en que “militares encapuchados” entraron a la fuerza, aseguraron que Celestino “estaba con los chicos de Sapere” con la intención “de ayudar a la gente que menos tenía”. Nunca se pudo establecer cuál fue su destino luego del secuestro. “Cuando estos militares le preguntaron el nombre a mi hermano, él les respondió, y le dijeron: ‘Ah, vos sos el famoso Chino’. Luego se sintió un golpe y nunca más lo volví a ver”, contó Teresa Aigo. “Una vez que los secuestrados se fueron con mi hermano, nos asomamos y por la esquina se iba a toda velocidad un auto grande y blanco”, agregó.

Para una madre no se acaban las esperanzas
José Francisco Pichulman está desaparecido desde el 12 de agosto de 1976. Poco se supo de él en los centros clandestinos de detención, ya que sólo una víctima declaró haberlo escuchado en La Escuelita de Neuquén. Su mamá aún espera que regrese con vida. Con 84 años, Feliciana Alcapan les agradeció a los jueces del Tribunal Oral Federal por “devolverle la esperanza” por su hijo. Serena, con una paz que quizás sólo se logra después de muchos años de andar, la mujer aseguró que no cree que su hijo esté muerto. “Me lo llevaron con vida y con vida tiene que volver”, afirmó.

Luego de los tres primeros meses de juicio, la declaración de Alcapan fue la primera que reclamó que sus seres queridos –su hijo Juan Raúl desapareció un año después- regresen, casi sin tener en cuenta el destino más común que tuvieron los desaparecidos en la última dictadura militar: la muerte.

Fue su hermano Victorino Segundo Pichulman quien brindó más detalles sobre la noche en que se llevaron a José Francisco, durante su declaración el viernes pasado. Victorino explicó que a la 1 de la madrugada del 12 de agosto de 1976 fue cuando se llevaron a su hermano. Recordó que fueron ocho las personas que irrumpieron en su domicilio, y precisó que dos de ellas estaban de civil y las otras seis con ropa de militares.

Dijo que al mando iba un hombre armado, y que llevaba una capucha que dejaba ver sus ojos azules y sus bigotes.

Victorino relató que logró subir las escalares hasta el techo de su vivienda desde donde pudo ver que eran dos autos blancos sin patentes los que se llevaron a su hermano.

A esta familia, como a la mayoría, fue el imputado Luis Farias Barerra quien los recibía en el Comando para no darles información sobre el paradero José Francisco.

“Para mi familia fue algo muy triste la desaparición de mis dos hermanos. Creo que a cualquier madre o padre le cuesta mucho superarlo. Quedamos por mucho tiempo con una sensación de sobresalto, de miedo”, describió Victorino durante su declaración.
FuentedeOrigen: http://www.lmneuquen.com.ar
Fuente:Agndh

Publicado por Colectivo Ex P. Pol. Sobrev. Rosario

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